Comida basura y mal uso de los antibióticos: riesgos sanitarios en expansión


Uno de los grandes problemas de la industrialización de la alimentación es que se anteponen los derechos de las empresas, la libre competencia y la búsqueda constante de beneficios a la salud de las personas, las cuales dejan de ser ciudadanos para convertirse en meros consumidores pasivos de los productos que ofertan las grandes corporaciones.
Y este sistema globalizado y mercantilizado, con poca o nula regulación, conlleva a la larga un grave riesgo sanitario para los ciudadanos. Y como ejemplo un par de noticias científicas  recientemente publicadas.
Investigadores de la universidad inglesa de York han analizado la presencia de 14 antibióticos de uso común en ríos de 72 países de todos los continentes. Y los resultados no pueden ser considerados más que como muy preocupantes. Casi todos estos diferentes antibióticos se encuentran en multitud de ríos del mundo en concentraciones muy superiores (incluso varios cientos de veces) a los niveles considerados como “seguros”. Esta contaminación ocurre principalmente en cursos fluviales de países subdesarrollados de África o Asia como Bangladesh, Kenia, Ghana, Pakistán o Nigeria, aunque también ríos en Europa o Norte América presentan niveles de antibióticos preocupantes.
Y este problema tiene pocos visos de solución puesto que habría que implementar políticas globales con fuertes inversiones en infraestructura para el tratamiento de aguas residuales, una regulación más estricta para evitar su uso indiscriminado en la ganadería industrializada y lo que es más difícil, limpiar los lugares ya altamente contaminados.
Y si la primera noticia es preocupante, puesto que estamos realizando un experimento descontrolado de evolución en tiempo real para unos microorganismos (que no lo olvidemos pueden ser altamente letales), la segunda no le va a la zaga. Se acaban de publicar dos estudios epidemiológicos que relacionan el consumo de alimentos altamente procesados es decir, aquellos que contienen altas dosis de azúcar, sal, grasas y aditivos alimentarios (llamados vulgarmente “comida basura”) con graves riesgos de enfermedad cardiovascular y muerte.
En el primer estudio, investigadores franceses y brasileños estudiaron durante diez años los hábitos alimentarios y el riesgo de enfermedad cardiovascular y cerebrovascular en una cohorte de más de 105.000 adultos franceses. Los resultados mostraron que mientras los individuos que comían alimentos procesados ​​mínimamente o sin procesar tenían un riesgo bajo de dichas enfermedades, un aumento absoluto del 10% en la proporción de alimentos ultraprocesados ​​en la dieta se asociaba con tasas significativamente más altas de enfermedad cardiovascular general (12%), enfermedad coronaria (13%) y enfermedad cerebrovascular  (11%).
En el segundo estudio, investigadores españoles analizaron la posible relación entre la ingesta de alimentos ultraprocesados ​​y el riesgo de muerte por cualquier causa en una cohorte de casi 20.000 graduados universitarios españoles.
Los resultados mostraron que aquellos individuos que comían más de 4 porciones por día de alimentos ultraprocesados tenían un riesgo de mortalidad por todas las causas un 62% mayor que aquellas personas que referían comer menos de 2 porciones por día de dicha comida basura. Es más, por cada porción diaria adicional de alimentos ultraprocesados que los estudiados consumían, el riesgo de mortalidad aumentaba en un 18% adicional.
Y aunque ambos estudios son observacionales, y no establecen necesariamente causalidad están en consonancia con los resultados de otros anteriores, que han relacionado los alimentos ultraprocesados ​​con mayores riesgos de obesidad, de incremento en la presión arterial y del colesterol y algunos tipos de cáncer.
Por todo ello, aunque los responsables de estos estudios indican que es necesario seguir investigando para comprender mejor estos efectos y su posible vínculo causal, también declaran que son necesarias políticas efectivas que promuevan el consumo de alimentos frescos o mínimamente procesados ​​en lugar de la comida basura.
Y yo añado, una legislación que ponga coto a la publicidad engañosa y a las campañas de marketing dirigidas hacia los más vulnerables, esos niños que están conformando sus hábitos alimentarios y que son más que susceptibles a payasos hamburgueseros, dibujos animados que muestran lo felices que son comiendo bollería industrial y demás, en un mundo en donde la mitad de los anuncios que ven los niños es para incitarles a atiborrarse de sal, grasas y azúcares.

Comentarios

Entradas populares de este blog

UN INCREÍBLE RELATO DE MONTERROSO

Compatriota de Chascomús CLONA UNA VACA (muerta)