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Mostrando entradas de noviembre, 2017
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De cómo unas simples bacterias gobiernan nuestro cuerpo Cada día que pasa los nuevos experimentos vienen a demostrar que los humanos, lejos de ser esa pretendida creación superior y al margen del resto de las otras especies, somos simplemente un producto más del largo devenir evolutivo. Y quizás no haya mejor muestra, y mayor cura de humildad para unos seres que tan pomposamente se autodenominan sapiens, que descubrir que su salud, su tendencia a las enfermedades o a la obesidad, sus gustos culinarios, sus estados de ánimo y hasta sus capacidades intelectuales están influenciados por una compleja interacción con miles de millones de diminutos y más que humildes microorganismos microscópicos, con los cuales llevamos coevolucionando para bien o para mal durante millones de años, tal y como muy didácticamente se muestra en el siguiente video: http://tu.tv/videos/de-como-unas-simples-bacterias-gobiernan-nuestro-cuerpo
"DIOS NO EXISTE"  declaró Stephen Hawking La pregunta sobre la creación ha atormentado al hombre desde que tiene memoria, y tradicionalmente los pueblos la han atribuido a una acción divina. Hoy la ciencia ha refinado la teoría del Big Bang y la gran explosión que dio origen al universo está más que confirmada. Gracias a los últimos avances es posible entender exactamente qué fue lo que pasó microsegundos después, es decir, cómo se formaron las galaxias y los planetas.  Durante siglos científicos y filósofos han intentado desentrañar esos complejos interrogantes. El cosmólogo británico Stephen Hawking es una de las mentes que más tiempo y energía le han dedicado al tema. Sus planteamientos e historia de vida lo han convertido en una estrella y a donde quiera que vaya la gente hace lo imposible por tomarse una  selfie  a su lado, y cada frase que pronuncia es un titular seguro. Por estos días, como invitado de honor del festival de astrofísica Starmus en la isla de Tenerife

EL INVESTIGADOR: SU PROPIO COBAYO

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La confianza del investigador en sus propios resultados Los científicos dedican su vida a descubrir la realidad, rodeados de sus tubos de ensayo, sus cultivos celulares y sus más que útiles animales de experimentación. Sin embargo, a veces hay que traspasar los límites del siempre aséptico mundo del laboratorio, para poder validar esa hipótesis científica en la que se lleva años trabajando, aún a riesgo incluso de la propia vida. Y el caso que les relato a continuación tiene todos los ingredientes para un buen argumento cinematográfico. Pero primero les pongo en antecedentes. En 1981 un joven médico residente de “Royal Perth Hospital” australiano, el Dr. Marshall empieza a colaborar con un patólogo de ese mismo hospital, el Dr. Warren estudiando pacientes con úlcera gástrica. Descubren que la bacteria  H. pylori  se encontraba  asociada a las biopsias de estómago de los enfermos, un órgano que hasta ese momento se suponía libre de patógenos por su más que esterilizante entorno