La medicina “complementaria” también mata


Uno de los grandes argumentos de los defensores de las pseudomedicinas es que aunque puede que no curen nada, si se usan como medicina complementaria que no sustituya a la medicina científica puede servir al menos para que el paciente se sienta un poco mejor, vamos el siempre presente efecto placebo. Y sin embargo, un estudio de ayer mismo demuestra lo contrario: las supercherías pseudomédicas siempre tienen un coste en vidas, aún cuando no intenten suplantar a la medicina convencional.
En casos de enfermedad grave, como son los procesos oncológicos, sustituir los tratamientos que funcionan como la cirugía, la radioterapia o la quimioterapia por flores de compositor barroco, pastillas azucaradas o cualquier otra variante de la siempre fértil imaginación de chamanes y timadores es un boleto seguro a la tumba.
Sin embargo ¿qué mal puede hacer unos pinchacitos administrados por un maestro quinto dan en arcanas medicinas orientales o una canalización de la fuerza del Universo realizada por un yedi pseudomístico si se utilizan además de los tratamientos recomendados por los ensayos clínicos? Pues aunque parezca imposible, como un recientísimo artículo demuestra, así y todo el chamanismo pseudomédico puede acabar matando.
Los investigadores analizaron los datos de mortalidad de una cohorte de cerca de dos millones de pacientes oncológicos y observaron que aquellos que utilizaban las distintas variantes de la pseudomedicina, aún cuando no rechazaran de plano la quimio o la radioterapia al final tenían el doble de posibilidades de morir que aquellos pacientes que no acudían a su hechicero particular en algún momento de su enfermedad. Los investigadores descubrieron que ello no era porque las distintas magias fueran tóxicas o letales per se, sino porque en estos casos la adherencia a los tratamientos convencionales era parcial. Así mientras los enfermos sin misticismo alguno solían aceptar todos los tratamientos que su médico les recomendaba, aquellas pacientes que usaban pseudomedicinas como tratamiento complementario, en realidad acababan rechazando parte de lo indicado por los profesionales médicos.
Y ya se sabe que, cuando se trata de luchar contra un cáncer, lo mejor es hacerlo con todas las herramientas disponibles y cuanto antes mejor,porque simplemente retardar unos meses una cirugía o saltarse un par de ciclos de quimioterapia, mientras se prueba esta o aquella estupidez pseudomédica por si suena la flauta, el milagro aparece y así no tener que pasar por el quirófano o por los siempre penosos efectos secundarios, puede ser suficiente para que el tumor se expanda demasiado o colonice otros órganos y convertirse entonces en algo ya mucho más peligroso o incluso intratable.
En resumen, ambos tipos de filosofías vitales: la científica y la mágica son tan antagónicas que al final es casi imposible que puedan coexistir sin enfrentarse en la mente del enfermo y por ello, aquellos pacientes que tienen algún tipo de simpatía por la salida fácil del arte del birlibirloque siempre acabarán flaqueando y en algún momento elegirán la “inocua” hechicería pseudomédica a alguno de esos, muchas veces agresivos tratamientos científicos. Y entonces el daño ya está hecho.

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