LA FACULTAD DE FILOSOFÍA
Recuerdos de una
estudiante -que fue- de Filosofía. La facultad.
Hace ya algún
tiempo, en los comentarios que me dejan en las entradas de este blog, Javi me
preguntó por mi experiencia en la facultad de filosofía. Voy a tirar de memoria
y les cuento.
Suelen decir que los
años de universidad son los mejores y yo no voy a negar ese principio casi
universal, aunque reconozco que intelectualmente esperaba algo más. De hecho,
estoy aprendiendo más sobre filosofía “después de” que “durante”.
En la facultad, como
en todos lados, “hay gente pa
tó” -como le dijo el torero a Ortega-. Hay profesores a
los que terminas admirando, y deseando que lleguen sus clases para absorber
todo el jugo de las horas que pasas con ellos en el aula, pero también están
los otros, aquellos que hacen de la filosofía algo gris y muerto, a los que les
preocupa más sus artículos e investigaciones que transmitir conocimientos
y “despertar al filósofo” que
llevamos dentro los alumnos. También hay un tercer tipo, aquellos que no
parecen nada del otro mundo y te van dejando huella, poco a poco, sin que te
des cuenta y, ahora, cuando miras hacia atrás, reconoces su labor y te admiras
de como dejaron esa huella.
Lo mejor de los años
de facultad son los compañeros, las horas de cafetería y las de biblioteca. Así
sí se aprende de verdad. Buscando a los mejores y hablando con ellos.
Sentándote horas en la biblioteca, en la cafetería o en el patio rodeada de
libros o de compañeros/amigos
para conversar. O para jugar al ajedrez.
Conversar. Ese es
el método. Una
de las pocas cosas que Platón nos
transmitió de Sócrates con
las que siempre estaré de acuerdo. Esa es la forma de llegar a la filosofía
tras adquirir ciertos conocimientos. Y eso es lo que le falta a la facultad de
filosofía, o lo que le faltaba cuando yo estudiaba en ella: la exposición
teórica de los conocimientos es, aunque no en todas las asignaturas, impecable,
pero la metodología del trabajo filosófico flaqueaba precisamente en que le
faltaba filosofía, le faltaba que los alumnos filosofáramos más.
Pero no había
problema, para filosofar nos teníamos a nosotros, estudiantes de filosofía, los
unos a los otros; y teníamos también a Manolo, que hacía las fotocopias en el
cuartucho frente a la sala de estudio, y que sabía todo y más sobre cualquier
cosa; sin olvidar al personal de la cafetería, grandes personas todos.
Cuando me preguntan,
que lo hacen, si me arrepiento de haber escogido Filosofía para estudiar en la
universidad la respuesta siempre es la misma: NO.No me arrepiento. Es cierto que
muchas cosas no me gustaron en la facultad y que -el paso por allí- no era lo
que yo había imaginado -supongo que la idealización platónica me jugó una mala
pasada- pero no me arrepiento de haber estudiado Filosofía porque me ha dado
muchas herramientas que antes no tenía y me ha permitido y, aún hoy, me permite
conocer a personas que me ayudan a crecer y avanzar en el camino de la vida de
una forma diferente a como lo harían las personas dedicadas a otros estudios, a
otros caminos.
Escribió Xavier Zubiri en el prólogo a
la Historia de la Filosofía de Javier Marías:
En el curso de la
historia nos encontramos con tres conceptos distintos de filosofía, que emergen
en última instancia de tres dimensiones del hombre:
1º La filosofía como
un saber acerca de las cosas.
2º La filosofía como
una dirección para el mundo y la vida.
3º La filosofía como
una forma de vida y, por tanto, como algo que acontece.
En realidad, estas
tres concepciones de la filosofía, que corresponden a tres concepciones
distintas de la inteligencia, conducen a tres formas absolutamente distintas de
la intelectualidad. De ellas ha ido nutriéndose sucesiva o simultáneamente el
mundo, y a veces hasta el mismo pensador. Las tres convergen de una manera
especial en nuestra situación , y plantean de nuevo en forma punzante y
urgente el problema de la filosofía y de la inteligencia misma. Estas
tres dimensiones de la inteligencia nos han llegado tal vez dislocadas por los
cauces de la historia, y la inteligencia ha comenzado a pagar en sí misma su
propia deformación. La tratar de reformarse reservará seguramente para el
futuro nuevas formas de intelectualidad. Como todas las precedentes, serán
asimismo defectuosas, mejor aún, limitadas, lo cual no las descalifica, porque
el hombrees siempre lo que es gracias a sus limitaciones, que le dan a elegir
lo que puede ser. Y al sentir su propio limitación, los intelectuales de
entonces volverán a la raíz de donde partieron, como nos vemos retrotraídos hoy
a la raíz de donde partimos. Y esto es la historia: una situación que implica
otra pasada como algo real que está posibilitando nuestra propia situación.
El lugar vital en el
que ahora estoy, en el que soy, en el que me reconozco, lo es por lo que elegí
en su momento, y en este caso, en el tema que tratamos, fue el estar -pasar- en
la Facultad
de Filosofía.
Y como escribió Platón:
Es hermoso y divino
el ímpetu ardiente que te lanza a las razones de las cosas; pero ejercítate y
adiéstrate en estos ejercicios que en apariencia no sirven para nada, y que el
vulgo llama palabrería sutil, mientras aún eres joven; de lo contrario, la verdad
de te escapará de entre las manos
Parménides, 135d
La filosofía, ni
estudiarla ni trabajarla, y más en estos tiempos, es tarea grata, ni fácil.
Pero si es lo que te llama, ve a por ella. Súfrela y disfrútala. No creo que te
arrepientas, yo nunca lo he hecho.
Esta entrada está
dedicada a Javi, que la pidió.
A tantos
profesores que dejaron huella.
A mi compañeros y
amigos. Los que fueron y los que aún son.
Y a mis padres que
me dijeron: “Estudiá lo que quieras, lo que te apasione, que ya trabajarás en
lo que puedas”.
Que lindo leerte, disfruto tus reflexiones y análisis. Un abrazo mi querida amiga.
ResponderEliminarGracias, David por compartir mis recuerdos y reflexiones
ResponderEliminar