A VER QUIEN ME EXPLICA ESTO POR FAVOR

Aunque las religiones presentan una innumerable variedad de creencias, dogmas o rituales mutuamente excluyentes (y demasiado a menudo porfiadamente enfrentados entre sí), la idea de la sacralidad de la vida en todo momento y bajo cualquier circunstancia es uno de los pocos elementos comunes a los dictados de sacerdotes, ayatolas, rabinos y demás mediadores de lo divino. Pero desgraciadamente, en muchos casos esta ortodoxia inamovible conlleva no sólo el sufrimiento más despiadado sino también el despilfarro económico más inútil.
Diversos estudios realizados a lo largo de los años sugieren que las personas a menudo suelen recurrir a la religión cuando se enfrenta a situaciones de estrés y que la religión se vuelve más importante cuanto mayor es el nivel de esta ansiedad. Y quizás uno de los mayores motivos de angustia del ser humano es cuando nos enfrentamos a una enfermedad grave, máxime cuando se trata de pacientes ingresados en unidades de cuidados intensivos (UCI). Pues bien, para analizar el papel de la religiosidad sobre la atención médica unos investigadores estadounidenses realizaron un estudio que ha sido recientemente publicado examinando diversas variables médicas y económicas de los registros de más de 2.000 pacientes ingresados en cuidados intensivos de hospitales estadounidenses.
Primero se estudiaron aquellos enfermos terminales ingresados y que habían fallecido durante los 30 días posteriores a su admisión en la UCI. Y los resultados no pueden ser más llamativos, ya que el estudio encuentra una notable asociación entre la afiliación religiosa con diversos marcadores de agresividad en el tratamiento médico recibido. Así frente a los enfermos no religiosos, los pacientes religiosos habían estado de media un 23% más de días hospitalizados y había transcurrido un 30% más de tiempo hasta su muerte. También los creyentes estuvieron un 25% más de tiempo conectados a máquinas de ventilación y respiración asistida. En resumen, los enfermos religiosos habían soportado mayor grado de tratamientos médicos agresivos, por lo que se puede hablar de ensañamiento terapéutico o distanasia (lo contrario a la eutanasia) ligado a las creencias religiosas.
Cuando se analizaron los gastos médicos asociados a ambos tipos de pacientes se encontró que esta distanasia implicaba un aumento de un 23% de los gastos hospitalarios ligados a los enfermos religiosos. Teniendo en cuenta que los autores del estudio calcularon en alrededor de 200.000 dólares por paciente el costo de los cuidados intensivos en este tipo de enfermos, estaríamos hablando de unos 45.000 dólares despilfarrados únicamente en prolongar artificialmente el sufrimiento de cada uno de estos pobres enfermos. Y tal y como indican diversos estudios la atención a este tipo de enfermos terminales es una de las principales partidas del gasto sanitario de los EEUU y por extensión del resto de los llamados países desarrollados, por lo que quizás estemos hablando de miles de millones de dólares (o euros en el caso europeo) que se dilapidan cada año innecesaria y sádicamente en el incuestionable altar de la sacralidad de la vida humana debido al adoctrinamiento religioso.
Además, los autores del estudio analizaron también si entre todos los pacientes de la UCI existían diferencias entre la supervivencia de ambos tipos de enfermos (recordemos que todo el análisis anterior se realizó sólo con aquellos pacientes que habían fallecido durante los 30 días siguientes a su admisión), no encontrándose diferencia alguna ligada a la religiosidad. Por tanto, ello descartaría que los pacientes religiosos tuvieran algún tipo de “reserva fisiológica” (como lo denominan los mismos autores del estudio) o mayor “ansia o apego a la vida” que los no religiosos (cosa que no entiendo, puesto que una persona religiosa debería estar en principio más satisfecha con morir, verse con su creador y disfrutar de la vida eterna, a no ser que piense que ha sido un mal creyente y que va a arder toda la eternidad en el infierno por sus pecados, en cuyo caso siempre será mejor un poco más de agonía en la Tierra que no toda una eternidad en las calderas de Pedro Botero), por lo que los autores concluyen finalmente que
La afiliación religiosa se ​​asocia con unos cuidados intensivos más agresivos, sin mejoría alguna en la supervivencia global entre los pacientes críticamente enfermos o heridos.
La asociación entre religiosidad y recepción de asistencia médica más agresiva se ha demostrado previa y específicamente en pacientes oncológicos. Y como la mente del creyente es un pozo sin fondo de irracionalidad, pues muchos pacientes religiosos, habitantes de los profundos estados sureños del Cinturón de la Biblia estadounidense, ven la atención médica agresiva en pacientes en fase terminal como un medio a través del cual su dios actúa, es decir consideran a los médicos como simples autómatas o marionetas bajo la guía y dirección del supuestamente todopoderoso dios cristiano, que por motivos incognoscibles quiere seguir viendo sufrir a su bienamada criatura, alargando al máximo su terrible agonía. Además también otros pacientes (y no lo olvidemos sus familiares) fuertemente creyentes quieren continuar el máximo tiempo posible con cualquier tipo de atención médica, (incluso las más agresivas en contra muchas veces del criterio médico) con el desesperado e irracional anhelo de un milagro, como si su todopoderoso dios no pudiera realizar el portento completo y necesitara, por tanto, de la ayuda de la más avanzada tecnología médica actual para llevar a cabo su omnipotente designio: el salvar a su familiar o a sí mismo de ese terrible cáncer que ha metastatizado por todo el organismo. Misterios insondables para la mente de este pobre ateo.
colaboración de ateo666666

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