UNA CARTA SINCERA Y EXTRAORDINARIA

Carta abierta de un hijo ateo a sus padres

Hola papá, hola mamá, les escribo esta carta porque desde hace tiempo 
nos hemos alejado. Exactamente desde que les informé que soy ateo. 
Por eso creo conveniente explicarles el porqué dejé esas ideas que 
ustedes me inculcaron para volverme algo que según las normas 
religiosas, me alejaría de cualquier posibilidad de una vida eterna feliz: 
Quiero que sepan que mí ateísmo no nace de falta de valores. Que no 
es una moda. Que no es un berrinche o una forma de llevarles la 
contraria. Que no soy drogadicto, alcohólico ni delincuente. Sino 
que al contrario: mí ateísmo nace de la franca, concienzuda y 
esforzada labor de entender mí entorno de forma sincera, con 
base en pruebas reales, testables, falsables.
Sé perfectamente que no entiendo todo ni mucho menos, pero 
también sé que la postura más abierta y humilde es aquella que nos 
permite la duda y, consecuentemente, la búsqueda de la información 
y respuestas. Es algo que me ha costado y me cuesta aún. 
No es sencillo ser ateo, pero ustedes me enseñaron que debo ser 
sincero conmigo mismo y con los demás. Eso se los debo. 
Recuerdo que de niño, cuando rezábamos repitiendo 
incesantemente oraciones, me preguntaba “¿qué Dios apreciará la 
repetición absurda de esto?” y esa fue la primera luz en la tiniebla 
religiosa. Posteriormente, los absurdos cuentos bíblicos, las 
religiones que dicen amar, pero discriminan, la idea de vivir en 
un lugar que nadie ha visto con el exclusivo fin de venerar, 
durante toda una eternidad a Dios o la propia idea de ese Ser 
contradictorio en sí mismo me hizo dudar. 
Asimismo el pensar que fueron ustedes que me educaron con 
amor, un amor de padres que pude sentir a diferencia del supuesto 
amor “divino” que pregona la religión. 
Gracias a ustedes es que no discrimino, no violo, no mato, no robo, 
trato de ser mejor cada día. Gracias a ustedes es que 
tengo valores, no es gracias a la religión ni Dios. Todo eso me 
lo plateé en su momento y la duda se sintetizó en la pregunta 
¿es cierta la afirmación “Dios existe”? Investigué, pude determinar 
que no solo no hay prueba real de ese Dios ni que por el contrario, 
todo apunta a que no es verdad. 
Que toda la idea de los dioses, desde su inicio, parece ser producto de 
nuestros propios cerebros, como necesidad primigenia de explicar 
nuestros entornos de forma que podamos comprenderlos y, 
posteriormente, adecuar nuestros actos. 
Que la idea del Dios occidental, ese Dios de la Biblia, es 
una amalgama de ideas de otros dioses que fueron adecuadas en 
su momento y que ha tenido éxito, pero no más del que tuvo en
su momento las religiones antiguas como las griegas o egipcias, 
por mencionar un ejemplo. 
Que las religiones fueron, son y serán, instituciones sociales que sirven 
para regular el comportamiento humano a través de reglas, algunas veces 
derivadas de necesidades sociales, otras de las necesidades del jefe de 
turno. 
Que no existe libro divino, ni norma divina, ni idea divina, por el 
simple hecho que no existe más evidencia de lo “divino” que lo que 
el mismo autor dice: que fue inspirado, lo cual no es prueba de ello. 
Que la fe entendida de forma religiosa, no puede ni debe ser una virtud, 
sino al contrario, es una malformación de nuestro intelecto ya que no 
es correcto ni sano creer ciegamente en nada, mucho menos, en algo 
que no puede siquiera conocerse (supuestamente) de forma efectiva 
hasta la muerte. Que existen explicaciones factibles y lógicas para lo que desconocemos que un sencillo y esquivo “Dios lo hizo” que no resuelve 
nada, sino que cambia la duda de lugar. Es por ello que concluí que 
la respuesta lógica es negar la afirmación “Dios existe” 
y esa negación me lleva necesariamente a ser un ateo. 
Descubrir todo eso fue un camino difícil ya que iba contra mi propia 
formación, contra ideas y normas inculcadas desde mí infancia, sin embargo 
he llegado hasta aquí, hasta el punto de decir francamente que soy ateo 
y que soy lo que soy, gracias a quienes me formaron: ustedes 
principalmente. 
Por eso quiero agradecerles ya que la formación que ustedes mismos me proporcionaron es lo que me permitió ser ateo, pero no se asusten ni 
me malinterpreten por favor, ustedes me enseñaron a pensar por mí 
mismo, a valorar las pruebas que se me presentan respecto de las 
supuestas verdades que otros dicen tener, a no creer en otros por
el simple hecho que lo digan, a no confiar per se en una afirmación 
sin el sustento lógico y fáctico preliminar y posterior. 
Fueron ustedes mis primeros maestros y, directa o indirectamente, 
han sido hasta hoy mi mayor influencia. 
Sé que esto puede molestarlos ya que imagino que 
pensarían que al haberme inculcado valores o principios religiosos 
estaban haciendo lo correcto. No dudo que su intención siempre fue 
buena, que han querido siempre lo mejor para mí y por eso 
precisamente es que me dejaron libre para pensar por mí mismo y 
decidir y, lo más importante, encarar los problemas.
Es eso lo que hago hoy y deseo que entiendan que independientemente 
de si soy ateo o creyente, sigo siendo yo, su hijo. 
Su hijo ateo que ahora entiende de mejor manera sus limitaciones, 
que trata de disfrutar más sus emociones y sentimientos,
que sabe que su paso por este Mundo es tan fugaz que no puede 
desperdiciarlo. No soy peor persona que antes, tal vez mejor en 
algunos sentidos ya que entiendo que no podemos discriminarnos 
con base en ideas religiosas, o que ni el pastor, cura, sacerdote o brujo 
de turno tiene la verdad, o que no debo guiarme por lo que me 
ordena un libro. Sé perfectamente que puedo estar equivocado, 
pero he sido sincero con lo que he pensado y lo que he concluido 
ha sido mediante el razonamiento más honesto que puedo tener. 
Si me equivoco, asumiré mis consecuencias, 
tal como ustedes me lo enseñaron y si tengo razón, no habré 
desaprovechado el valioso tiempo en situaciones absurdas. En todo caso 
nada de lo que haga o deje de hacer, piense o deje de pensar respecto de 
la religión, debería afectar la relación de familia porque esta no puede 
basarse en ideas religiosas, eso sería una aberración. Una familia debe 
de estar unida, no porque todos compartamos las mismas ideas o 
tengamos pensamientos uniformes e invariables, sino porque nos aceptamos, 
cada uno con su exclusiva forma de pensar. 
Recuerden que piense lo que piense, será invariable que soy su hijo. 
Creo que eso es todo, no pienso cambiarlos ni es mí intención. 
Solo quiero que entiendan y que sepan que me duele 
que con base en las discrepancias religiosas las familias tengan que 
alejarse, dejando de lado lo verdaderamente importante: la sana 
convivencia y posible felicidad, desperdiciando el único recurso 
verdaderamente finito para cada uno de nosotros: el tiempo.

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