LA ERA DE LOS ANTIBIÓTICOS VA LLEGANDO A SU FIN


Desde que a principios del siglo XX el bacteriólogo alemán Paul Ehrlichsintetizara un compuesto con actividad antimicrobiana específica (laarsfenamina) contra la bacteria causante de la sífilis o desde que Alexander Fleming descubriera la penicilina hasta la actualidad, los antimicrobianos se han convertido en unas de las herramientas clínicas más exitosas de la medicina moderna, permitiendo el tratamiento de multitud de enfermedades infecciosas y salvando la vida a varios centenares de millones de personas en este último siglo. Pero a la vista de la situación actual en donde están convergiendo diversos factores es muy posible que esta “Era de los antibióticos” en la que hemos nacido y crecido muchos de nosotros esté llegando a su fin.
A lo largo del último siglo se han descubierto o sintetizado 19 clases o tipos de antibióticos
La mayoría de estas familias se describieron o inventaron antes de 1970 y desde entonces únicamente se han introducido en la farmacopea clínica otras 5 clases. Además si se analiza la comercialización de antibióticos individuales en las últimas décadas, se puede observar una drástica disminución del número de estos fármacos que han ido incorporándose a la rutina clínica hasta llegar a la práctica paralización de nuevos antibióticos en los últimos años tal.
Ello ha sido debido a un complejo número de factores entre los que cabe destacar entre otros por su importancia, el incremento en los costes de I+D por nuevas regulaciones para aumentar la seguridad de los ensayos clínicos o la deriva en las prioridades de las empresas farmacéuticas hacia el desarrollo medicamentos económicamente más rentables.
Por otra parte, es de sobra conocido que los antibióticos van dejando de ser efectivos a medida que su uso se hace cada vez más común, porque su utilización rutinaria a lo largo de los años crea una presión evolutiva vía selección natural que favorece la supervivencia y expansión de aquellas cepas bacterianas resistente al antibiótico en detrimento de las más susceptibles (pero eso sí, que quede muy claro que la Teoría de la Evolución por selección natural es sólo una teoría atea tal y como pregonan incansables todos los mediadores de lo divino aún cuando sus fanáticos detractores se la tragan cada vez que su médico les receta un nuevo antibiótico). Perdonen la disgresión porque en seguida me enciendo. Y ya volviendo al tema que nos ocupa, este es el fenómeno llamado resistencia a los antibióticos. A lo largo del pasado siglo no ha habido demasiados problemas ya que cuando una especie bacteriana desarrollaba resistencia a un determinado antibiótico, los médicos disponían de otras moléculas nuevas con las que tratar al paciente. Pero esto está empezando a cambiar.
A partir de 1950, se hizo habitual el añadir de forma rutinaria antibióticos a la comida o al agua utilizadas en las granjas dedicadas a la cría industrial de animales para la producción de carne para consumo humano. Esta administración se realizaba en animales en principio sanos para prevenir las múltiples infecciones que ocurrían al mantener estabulados en una misma granja miles o decenas de miles de animales hacinados en condiciones de estrés y escasa higiene, y favorecer así el engorde de los animales optimizando el tiempo y los costes del proceso industrial. Y aunque en algunos países desarrollados se ha ido reduciendo su uso, la realidad es que incluso en la actualidad se siguen administrando antibióticos en exceso a los animales de granja prácticamente en todos los países con ganadería intensiva. Así que se calcula que todavía más de la mitad de las ventas mundiales de antibióticos se utilizan para este propósito agropecuario, el cual permite inundar los mercados mundiales de diversos tipos de carne.
Recientemente se ha publicado un estudio en el que se demuestra que, algunos metabolitos derivados de los antibióticos mantienen actividad antimicrobiana incluso después de ser excretados por la orina de los animales de granja. Esta actividad se mantiene durante periodos variables de tiempo, que oscilan entre varios días y algunos meses dependiendo de diversos factores ambientales, de tal manera que se seguirían seleccionando cepas bacterianas resistentes en el entorno de las granjas. Este no sería un problema menor ya que la ganadería industrial cría anualmente miles de millones de animales destinados al consumo humano (con sus consiguientes deposiciones) y salvo en unos pocos países con una legislación adecuada, el tratamiento de los residuos de granja es manifiestamente mejorable (por decirlo de manera muy diplomática) cuando no muy ineficiente o inexistente en la práctica en infinidad de naciones.
(EXTRACTO DE ARTÍCULO DE ATEO666666)

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