LA SECTA DE LOS MORMONES CRECE Y TOMA POSICIONES

Decía Jorge Luis Borges que la teología era la perfección de la literatura fantástica. Con su agnosticismo natural, el escritor argentino se acercaba a todas las religiones fascinado por los relatos mitológicos que desafían los límites de la imaginación, mientras que el resto de los mortales solo aplica los filtros racionales a las religiones ajenas. ¿Son más secta los Mormones, los Testigos de Jeová o los Adventistas del Septimo Día? Para quienes no ven más allá del catolicismo, todos son igual de herejes.
En eso coincidirían con otro ateo, el humorista de la televisión estadounidense Bill Maher, para quien todas las religiones son raras, «pero cuando la gente conozca el mormonismo se dará cuenta de que es la más rara de todas». «Esta religión es tan ridícula que (el actor) Tom Cruise no se sumaría, aunque (el presentador de extrema derecha) Glenn Beck sí lo hizo», se burló.
Maher cree que el mormonismo llega a un nivel que «insulta la inteligencia». La columnista de 'The New York Times' Maureen Dowd lo resumía así: «Ropa interior mágica. Bautizo de los muertos. Matrimonios celestiales. Planetas privados. Racismo. Poligamia».
En el catolicismo encontramos a hombres convertidos en estatuas de sal, muertos resucitados y profetas en el vientre de una ballena. Para qué hablar de las cuarenta vírgenes que esperan a los mártires del islam. Si Dios pudo dar a Moisés los diez mandamientos en tablas de piedra, ¿por qué no pudo recibir Joseph Smith el Libro de los Mormones en placas de oro por indicaciones del ángel Moroni? La revelación divina con la que convenció a sus seguidores de que el «matrimonio plural» les convertiría en dioses con derecho a planetas privados no es menos conveniente que la de la mujer virgen fecundada por Dios. La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los últimos Días, que es el nombre oficial de los discípulos de Smith, renunció a la poligamia en 1890, pero a sus seguidores les gusta recordar que Abraham tenía varias 'concubinas'.
El cristianismo tiene a su favor siglos de historia que han convertido estos relatos en dogmas de fe incuestionables y monarcas poderosos que los impusieron a sangre y fuego, pero la religión que Joseph Smith acuñó en 1830 es todavía demasiado joven como para que el mundo se la tome en serio. De las grandes fes, debe ser la más ridiculizada en EE UU y ciertamente la única que ha sido perseguida y sometida a extinción por decreto. Sus seguidores fueron expulsados de varios estados y cruzaron toda la Unión en un penoso éxodo hasta fundar su propia ciudad en el lugar más inhóspito que encontraron, hoy Salt Lake City (Utah), entonces México. El propio Smith fue asesinado a tiros por la turba en una cárcel de Illinois.
A poco que se insista, la mayor parte de quienes niegan rotundamente sentirse incómodos con la religión del candidato republicano Mitt Romney acaban confesando que buscan a «un buen cristiano» para presidente, como nadie reconoce que el color de Barack Obama tiña la opinión que se tiene de él. Con todo, el 28% de los estadounidenses considera el mormonismo una secta y el porcentaje sube al 31% entre los republicanos, lo que explica que Romney esté tardando tanto en consolidar la nominación del partido conservador. Si la consigue, habrá llegado más lejos que su propio profeta, que también quiso ser presidente.
Aunque los mormones vean a Jesucristo como su redentor y se consideren cristianos, el resto de la cristiandad se niega a reconocerlos mientras no crean en la Santísima Trinidad. Los mormones añaden su propio capítulo a la Biblia, convencidos de que el cristianismo se corrompió en manos de monarcas y políticos, pero el pecado que menos se le perdona a Smith es haber visto al Padre y al hijo encarnados en dos cuerpos diferentes. Ocurrió en el bosque, cuando fue a rezar en busca de una respuesta a la pregunta que le atormentaba en esos tiempos de proliferación religiosa. «¿Cuál es la verdadera Iglesia?», inquirió. «Ninguna», le dijo el Señor.

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