Hace un millón y medio de años ¿Podía hablar el homo erectus?

¿Podía hablar el homo erectus?

El niño de Turkana
El Niño de Turkana es el único ejemplar de esa antigüedad que posee una columna vertebral prácticamente completa. Y de esta estructura surgió la solución del enigma. A nivel del tórax, el canal medular del Niño y los orificios correspondientes a los nervios raquídeos son muchísimo más pequeños que en el H. sapiens. Los hombres modernos tenemos nuestro gran canal medular en las vértebras torácicas y los grandes orificios para los nervios motrices que controlan el diafragma porque para poder hablar es necesario ejercer un gran control voluntario sobre la respiración.
Cuando hablamos, esa porción de la médula espinal y esos nervios raquídeos manejan el monto exacto de aire expelido por los pulmones hacia la laringe, para producir cada sonido de cada palabra de cada frase. Este milimétrico control muscular exige, además, que los músculos de la pared torácica se desarrollen de una determinada manera, sumamente específica para cada lenguaje.
"Cuando miré la vértebra me di cuenta de que no era capaz de alojar el aparato neurológico necesario para gobernar ese complejo proceso", afirma Walker. "Los canales eran demasiado pequeños como para haber contenido los nervios que posibilitan el habla. De hecho, los canales óseos del Niño de Turkana son casi iguales a los de los grandes monos, muchísimo más pequeños que los del Hombre moderno. Nunca hubo nervios motores conectados a esos músculos como para permitirle articular una frase".
Careciendo de lo necesario para hablar y respirar al mismo tiempo, y faltándole el imprescindible control voluntario de la respiración, Walker nos lleva así a la conclusión de que el Niño de Turkana no podía hablar, y, por lo tanto, Homo erectus carecía de lenguaje. A la distancia parecía un africano moderno, pero de cerca no era capaz de hacer cosas que los seres humanos hacemos desde siempre. Así como no puede ordenársele a un perro que no respire, el Niño tampoco podía contener la respiración. Y no podía aullar y respirar al mismo tiempo (los monos no respiran mientras gritan). Ambas cosas son condiciones sine qua non para poder hablar. A pesar de su aspecto sorprendentemente humano, de su forma humana de caminar y de correr como un jugador de fútbol, el esqueleto del Niño de Turkana nos ha demostrado que Homo erectus era sólo un animal, muy lejano de la actual definición de humanidad.
Los importantísimos descubrimientos de Kimeu, Leakey y Walker han trastocado, por lo tanto, todas las teorías previas acerca de la evolución del lenguaje. Se había creído que el idioma databa de la época de las primeras herramientas achelenses, diseñadas hace 2,4 millones de años. Esto no es así. Los erectus, grandes diseñadores de elegantes y refinados utensilios, no eran sin embargo capaces de hablar más de lo que un gato lo es. Y eso siguió así hasta hace 1,5 millones de años, cuando murió el Niño de Turkana. Hoy se considera seguro que el H. erectus siguió careciendo de habla hasta su extinción hace 200.000 años. Acaso esa falta fue responsable de su desaparición.


Nota completa en: http://axxon.com.ar/rev/184/c-184divulgacion.htm

Gustavo Olaiz invitado al BLOG

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